miércoles, marzo 29, 2006

"¡Allá están!, las estrellas... todas ellas. Te las bajé, ¿te acuerdas?, una por una, y también la luna. Y del cielo a tus pies, hice tu trono, donde fuiste princesa por unos días; la princesa de mis fantasías... ¿Pero qué hiciste con tu trono lunar y tu cetro de estrellas?: ¡sin miramiento alguno, me los metiste por el culo!... Tengo, sin embargo, el mérito de haber podido bajarte las estrellas, todas ellas, una por una... y también la luna; y de hacer por unos días princesa a Dulcinea del Toboso, a una reina de la calle."
La llama del encendedor dorado que venía de regalo en la compra de dos cajetillas de Camel´s y que se lo había robado sin intención a mi hermano que a su vez se lo había robado sin intención a un amigo iluminó con destellos azules el hitter que ya en sí era azul. El fuego se colaba en un pequeño agujero mientras jalé aire a través de éste, o más bien mota. La camioneta Pointer que combinaba con la llama y el hitter, tenía el radio a todo volumen, "Momentos" de Intocable sonaba. Comencé a bailar mientras Antonio, el velador, mi amigo, mi compañero de plática, al que le presto mis oídos pensaba con profundo dolor en aquella mujer con la que no se casó y le había llamado hacía unos minutos por celular desde Arizona, a donde se fue en busca de trabajo, por lo que dejó a Toño; y luego pensaba en su mujer y en el dinero que siempre le pide llegando a su casa, y en sus hijos, sus pinches hijos. --Escucha bien esta canción, Toño-- bailando le dije.-- Está con madres: Yo no te guardo rencor... pero quiero que un día te chinguen peor de que me chingaste a mi, culera. ¡Tú crees que no le guarda rencor?, !A huevo que sí!... escucha nomás.--
--¡Cómo chingados no!, vea... y uno que les baja el cielo y las estrellas.-- Indeciso en la elección de ir por su ex novia, ahora amante, a la frontera en Matamoros, las remembranzas de hace catorce años que ella se fue, y el "hornazo" que le dio de todos los jalones que le dí yo le removieron algo que le provocó que esta respuesta surgiera fuerte y con gran vehemencia.
--Y luego nos las meten por el culo... nos las meten por el culo. Pero pues valió la pena, ¿o no?. También se vale llorar.-- le comenté molesto.
--Nombre, hijo... con esto-- dijo señalando la camioneta, donde surgía la música.-- Una botella de tequila y una patada en los huevos, y a llorar-- concluye.
--Yo no necesito la patada en los huevos...

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