lunes, marzo 27, 2006

Es la primera vez que hago una de estas cosas en internet y no sé si lo estoy haciendo adecuadamente... ¡joder!. La suerte, sin embargo, parece estar de mi lado últimamente, y ya era hora, pues pareció haberme abandonado casi toda mi vida. "Es la divina providencia" me dijo alguien hace unos días y quedé callado; no, la divina providencia no, (que chingue a su madre Séneca, no voy a subyugarme a los designios de un procastinater que nos observa facinerosamente a través de una ventanita con su mano derecha acariciando su miembro mientras nosotros hacemos toda clase de degeneres sexuales: su hedionda creación), la divina providencia son unas pinches falaciotas que inventaron los que venden viajes quiméricos, los que venden nada para justificar sus ventas; ¡y qué ventas!. Es la suerte que me sonríe, es eso que llamamos suerte y que es... suerte, es nada (que chingue a su madre Schopenhauer porque tenía razón; no puede haber suerte).
Yo no sé quién vaya a leer esto, pero estoy seguro que quién lo lea y me conozca un poco, sabrá quién lo escribió y por eso me atrevo a firmar como "mis palabras me delatan"; sin embargo, a pesar de que calle muchas cosas por prudencia en mis relaciones interpersonales, mi teclado es mi teclado y, aunque mis palabras son también para ustedes, aquí si las expreso.
Hoy regresé de unas pequeñas vacaciones a mi pueblo y, debido al fuerte contraste de emociones y de atmósferas humanas que enfrenté, he cambiado y, por lo tanto, he aprendido cosas que me parecen importantes.
El último día que tuve contacto con mis compañeros de escuela antes de salir para X fue verdaderamente desagradable, pues varios creen que o soy un estúpido o vivo en otra dimensión. Me doy cuenta de tantas cosas, de tantas cosas que me dicen tan directamente algunas personas, de forma tan agresiva, y yo no les he hecho nada. Aquel día entre dos personas junto a mí había una burla enorme sobre alguien más, al que le ponían un adjetivo calificativo en diminutivo, que era obvio que se trataba de mí... ¿Cuándo me volví tan tolerante?. Otro compañero me vio cara de Stalin y creyó que adulándome y firmando un tratado de paz (a base de cubas) iba a invadir Rusia sin remordimiento o yo no iba a darme cuenta de su invasión; Sr: Usted no es Hitler y yo no soy Stalin; ese territorio no es mío, es de los rusos o quién sabe de quién chingados; a mí me importa un bledo, me vale verga lo que le pase a los rusos y a su putísimo territorio, ¿ok?. Haga lo que quiera que yo soy una tumba porque no me interesan sus relaciones. Si quiere usted echarse unos tragos conmigo nada más que no sea con esos fines.
Y pues así me fui, señores lectores, con los rumores del silencio y las palabras detrás de las palabras y las intenciones detrás de las miradas; diciéndome tantas cosas, tantas cosas de ella. Hay que ayudarse a uno mismo y hay que saber ayudar, porque cada ayuda tiene su precio que se paga con desprecio... y si el desprecio tiene una boca grande y floja, y un diafragma fuerte, las malas interpretaciones se pueden convertir en una conjura; y en medio de una conjura me fui a un refugio bucólico, a recuperar mi suerte a través de los gallos, aquella suerte que no es nada.
La gente es más afable allá, en cuestión de minutos les recobro la confianza a todos y vuelvo a ser yo, yo el que no soy en México, el tigre, el entenao, gallo... otro... yo.
A veces me frustra el no estar seguro del futuro, pero comprendo que la seguridad en el mañana es rutina y la rutina es la muerte en vida. Las acciones conscientes del hombre buscan un propósito, y se tienen que vencer obstáculos y avatares para poder obtener aquello que se busca, a veces los obstáculos son más poderosos que la mente, que el físico y, principalmente, que la voluntad; pero a veces el destino que es simplemente la unión de un infinito de posibilidades que se dan en un preciso instante, van cambiando el curso de esa voluntad y ¡pum! se obtiene algo aún mejor que lo que se buscaba. Yo iba a mi pueblo en pos de ver a dos amigas con las que chateo casi todas las noches, con las que había llegado a intimar en pasadas ocasiones que visité mi tierra, aprecio mucho y, además, alborotaban mi hormona. El propósito de "ver" quedó cumplido, sin embargo aquél día que salimos a la ciudad más cercana hubo algo que llamó aún más mi atención: las peleas de gallos. Vi en total dos derbies, y ha sido el único juego de apuestas en el que he ganado --tienes buen ojo pa los gallos, entenao-- me dijeron. Por eso creo que la suerte me puede estar cambiando.
Dejo mi blog antes de que la mona entre al ruedo, antes de que los amarradores terminen de poner las navajas en las patas derechas de sus respectivos gallos, antes de que me comience a imaginar como gallo peleando, antes de que mi navaja sea la pluma y mis espolones las palabras. Los dejo, pero con la promesa de que ahí vienen las peleas de gallos... y se van a poner buenas, porque este gallo está corrioso.

No hay comentarios.: