miércoles, abril 05, 2006

--¡Hay culito, mátame a pedos que quiero morir hediondo!--vehementemente, bailando, moviendo la cabeza, dice Toño.
En el estéreo de la camioneta azul se escucha aquella canción a la que menos atención prestaba de mi MP3 de intocable, "Un desengaño". --Un desengaño no es morir, sabrás... porque mi vida es toda tuya.-- cantamos a dúo Toño y yo.
Al estar oyendo esa canción del que no tiene ya dignidad, al que ya no le importa ser pateado, me dí cuenta de algo; la estructura que estoy dando últimamente a mi vida es de canciones norteñas ¿te has dado cuenta?. ¿Será que el pasado me seduce, los orígenes?. Aún más lo siento cuando cambia de grupo en el disco. Es la primera vez que escucho a "La firma", tocan bien pero la grabación no les favorece (lo que es no tener una buena masterización de disco).
--Me gusta mucho mi pueblo, Toño. Allá está esto a todo volumen en la camioneta de Manuelito, estacionados chupando, echando el "coto" con unas viejas.
--¿Qué, sí está muy bueno el desmadre allá?.
--Es divertido-- mientras bailo, respondo.
--A mí me gustaría ver bailar a tu hermano--comenta Antonio.
--Él no baila, sólo se les queda viendo con el chupe en la mano.
--¿Entonces cómo le hace o que?-- vuelve a interrogar Toño.
--Pues lo que pasa es que es muy "carita"; por eso me encanta ir a bailar por allá; porque yo, mal que bien, sí bailo; así es como le bajo a todas.
--¿A sí?--sonriendo, más que preguntar, festeja Antonio.
--Él las mira y yo nomás bailo a un lado hasta que una de ellas me ve dos veces a los ojos; ¡bueno!, depende de como me vean. Después de un ratito las agarro a bailar apretadito; allá se asustan. Si ya logras bailar un rato "acá", quiere decir que ya chingaste.-- le digo mientras miro luces rojas bailando en los vidrios laterales de mi coche.
Una microonda comienza a interferir con el sonido del estéreo; inmediatamente comprendo que tengo una llamada a mi celular.
--Enriquito, hablo de parte del doctor Gordon para preguntarte si ya vienes en camino.--dice la voz femenina a través del auricular.
--¿Qué hora es?
--Las nueve y media.-- subrayando responde la secretaria.
--Voy saliendo.
¿Dónde está la mota?. ¿Se habrá caído?. No, Toño no la tiene. No está en las bolsas de mi pantalón; mi cartera en la izquierda, en la derecha; nada. En mi chamarra no hay nada. ¿Y mi celular?; entre mis piernas no está, entre todas las cosas que tengo en el asiento de copiloto, tampoco. El celular está en mi asiento, justo en mi costado derecho; lo encuentro. Vuelvo a hurgar mis bolsos; está debajo de mi cartera. La escondo en el cajoncito que está del lado izquierdo del volante, justo debajo; si me para la policía es el último lugar donde buscarán, pues piensan que ahí se encuentran puros cables del coche. ¿El hitter?; también lo tengo que meter. Sí hay algo en mi chamarra; ¡eccola qui!. Miro por el retrovisor y observo unas luces de sirena justo detrás de mí; ¿me vendrá siguiendo desde hace mucho?; no importa pues aquí doy vuelta en U, a menos que me pare por hacerlo, aunque no está prohibida.
Los dos policías deciden ir a comer unos tacos, para ello dan vuelta al otro sentido de Revolución, después tendrán que meterse por unas callecitas de San Ángel para llegar a la lateral de Periférico donde, en una boca calle, se encuentran "Los Mejores Taquitos de Suadero".
Me encuentro con una luz roja, así que me detengo. Vuelvo a mirar a través del retrovisor; la sirena sigue ahí. Estoy seguro que al meterme a las callecitas de San Ángel, rumbo al psiquiatra, los veré seguirse derecho por Revolución. Cuando vuelvo a ver las luces roja y azul, ahora reflejadas en el parabrisas, acelero hasta buscar el entronque. Ahora sé que cualquier persona puede, a cualquier hora del día, sacar una arma a mitad de la calle y comenzar a disparar; creo que más aún siendo policías.
Me estacioné frente al portón del consultorio, con dificultad pude apagar el reproductor de cd´s que hacía sonar a "La firma", salí corriendo, toqué el timbre y sonreí a la cámara; me abrieron la puerta y entré.
Cuando regresé con Toño ya había saltado a "La Firma" y a "La Leyenda" en mi MP3, tocaba el turno a "Palomo"; imaginaba las suaves escalas del acordeón y recordaba a Jimi Page tocando "Since I´ve Been Loving You"; sabía que estaba exagerando. Escuché una canción de una composición musical que me pareció muy bella; Miedo. Recordé un recuerdo, o varios recuerdos que pertenecen a uno mismo; "Miedo de sentirme solo.." sobre el bajo, y la batería haciendo vibrar el asiento de la lobo blanca a través de los woofers. Comenzaba a sentir que la realidad se podría convertir en ficción y que el fantasma de una realidad pasada que aún no entendía, que aún no entiendo bien, está invadiendo mi presente; que los orígenes me piden comprensión, que un pasado y una distancia me piden un entendimiento de la transformación a partir de la cultura musical. El fantasma del pasado me seduce.
Era la última canción que escucharía con Toño, lo tenía claro; tenía que estructurar mi presente y no quería que navegara hacia el olvido... como todas esas caras. Escuchábamos "No Me Conoces Aún" de "Palomo", a dúo con "Intocable". Mientras seguía el ritmo del acordeón con los hilos que salen de mi alma y mueven lentamente mi cuerpo, pensé mucho en ti; sobre todo en ti... en todos ustedes; --No te conozco, no me conoces a mí; sorpresas hay por vivir--fue lo último que escuchó Toño antes de que me despidiera, metiera primera y subiera el camino hacia mi casa, hacia el garage, hacia mi cuarto; hasta aquí.

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