domingo, abril 02, 2006

Yiyo subió a un taxi en Valles, en el que regresaría más tarde su "compadre" el Toy, después de estacionar el trailer en la empresa praderas huastecas en Tamuín, S.L.P. Sabía que su hermano estaría en el Dans Bierhaus, en el cine o en alguna fiesta en aquella ciudad por lo que, desesperado antes de salir de "aquella gran urbe", sacó su celular de la bolsa derecha de su jeans y le marcó: "El número que usted marcó no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio". Llamó al número de celular de Pravia, que utilizaban los trabajadores de aquél rancho que hace alusión a una región de España; su hermano contestó.
Manuelito, Caballo, Towy y yo estábamos cenando en los tacos de Gama, junto a la plaza (del otro lado de la farmacia de Soto, que se había quedado en Valles con sus bellísimas amigas). Cada quién se comía una gringa de bistec con chorizo y queso cuando los mosquitos comenzaron a desesperar por sangre y pulularon en la atmósfera. Un aplauso marcaba el instante en que cada insecto era asesinado por nuestras manos. --Lo bueno es que no son aedes aegypti--dije. Todos me miraron con gesto de incomprensión. --Sí, el pinche mosquito del dengue ¿no?... pero ese es más grande, entenao-- contestó Towy. --Va a llover--dijo después Gama detrás de un asador de ladrillo, con un cuchillo en la mano y tortillas en la otra. Gama es una de las personas más obesas que he visto, tiene como mi edad... pero no tiene ningún problema de columna, de postura. El celular de Pravia sonó justo cuando la lluvia comenzó a caer.
Volteé a ver la última tortilla que me quedaba; la iba a tomar en las manos cuando noté algo extraño: del árbol que nos protegía de la lluvia cayó excremento de un ave... justo sobre la tortilla. --¿Y qué si me la hubiera comido?--pensé --Yo la respiro.

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